
El 68 y la memoria colectiva
El movimiento estudiantil alcanzó su cenit y su ocaso en menos de 100 días. No inició el 22 de julio, ni tampoco terminó el 2 de octubre.
Por: Dr. Juan Carlos Olmedo Estrada.
La década de los sesenta sorprendió a un México que no estaba preparado para ella. Tampoco el mundo lo estaba. La posguerra y el orden mundial dividió al planeta en dos posturas ideológicas irreconciliables, combustible para la multiplicidad de guerras civiles y regionales que emergieron en los cinco continentes con enorme violencia.
México recibía la década de los sesenta en medio de un inusitado clima de estabilidad política. El partido gobernante cumplía ya cuatro décadas en el poder, combinando el autoritarismo, la paz social y la simulación democrática. La economía mundial crecía en forma acelerada en buena parte de sus confines y México no era la excepción.
El eco de los vientos de cambio más profundos, tomó por sorpresa al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, abogado austero y servicial, que había recorrido el ejercicio del poder desde sus entrañas, hombre inflexible e incapaz de leer el espíritu de cambio, que la década reclamaba. El 68 sería un choque de trenes a toda velocidad, uno de ellos provisto de la fuerza del Estado, el otro ataviado de sueños libertarios, incertidumbres y también de ingenuidades. Desde luego que el que salió victorioso fue aquel que tenía el poder, el poder de las armas y no de la razón.
El movimiento estudiantil alcanzó su cenit y su ocaso en menos de 100 días, pero en realidad no inició el 22 de julio, ni tampoco terminó el 2 de octubre. Es indudable que el mayor error de perspectiva de Díaz Ordaz fue considerar que México sería el mismo antes y después de Tlatelolco.
La ideología del movimiento estudiantil de 1968, tiene herencias propias y prestadas que bien vale la pena traer a cuento. En lo que refiere a las propias, es posible mencionar a los movimientos populares de Demetrio Vallejo, Rubén Jaramillo y al movimiento médico de 1964. En cuanto a las herencias prestadas, destaca entonces el pensamiento de los republicanos refugiados, la idealización de la experiencia revolucionaria en Cuba y el movimiento de derechos civiles encabezado por Martin Luther King.
Las ideas socialistas eran parte del discurso de muchos de los protagonistas del 68, pero no eran, ni con mucho, las únicas ideas que se esgrimían y mucho menos eran parte de la conjura internacional comunista en México que solo existía en la torcida mente diazordacista.
Lo que sí sucedió fue que un sector importante del estudiantado respondió a las agresiones de un gobierno que prefirió los golpes y las balas al diálogo. El sueño del 68 mexicano tuvo un brutal despertar en la plancha de Tlatelolco, represión que es parte de la memoria colectiva de un México que hoy, 54 años después, se enfrenta de nuevo a un preocupante vértigo militarista.