El Viaje de Chihiro y la identidad

El Viaje de Chihiro: una reflexión sobre la identidad y el capitalismo

El filme dirigido por Hayao Miyazaki es un ejercicio de reflexión sobre la identidad y el capitalismo

El Viaje de Chihiro, estrenada en 2001 y dirigida por el mítico Hayao Miyazaki, es considerada como una obra maestra del cine. A nadie soprendió que, en el año 2003, esta ganara el Premio Óscar a la mejor película de animación.

De hecho, se trata del único filme de anime que posee esta condecoración. Su belleza y su valor cultural, por tanto, son innegables. Al ser una producción tan rica, tanto a nivel visual como narrativo y filosófico, es imposible no seguir descubriendo cosas nuevas con cada nuevo visionado. Una de ellas es su reflexión sobre la identidad y el capitalismo

En efecto, una forma de intepretar la obra de Miyazaki es como un Bildungsroman (término alemán para hacer referencia a historias de aprendizaje que retratan el paso de la niñez a la adultez) en el que una de las cuestiones más apremiantes es la pregunta “¿quién soy?”.

Para Miyazaki, el proceso de construcción de la identidad pasa por una comprensión de nuestros vínculos con la comunidad, la sociedad, la naturaleza y la historia. Sin apego ni pasado, el ser humano y la sociedad están condenados a desaparecer. El verdadero peligro para la identidad sería, entonces, la pérdida de la memoria y de los valores tradicionales.

OLVIDAR EL NOMBRE: PERDER LA IDENTIDAD

En el filme, el olvido y su relación con la identidad se exploran a través del tema de los nombres. En el caso de Chirhio, podemos observar que cuando llega a trabajar a los baños de Yubaba, la bruja le quita uno de los kanjis de su nombre. De esta forma, este último se acorta a simplemente “Sen”, una palabra que se representa con el mismo kanji que la primera sílaba de su nombre real.

Para poder regresar a su mundo, Chihiro debe recordar su nombre original, ya que este es lo único que la mantiene unida al mundo de los vivos y a sus padres. Pero no solo eso, sino que debe descubrirse a sí misma y hacer que la sociedad japonesa se redescubra al mismo tiempo.

La elección del nombre de Chihiro tampoco es gratuita, sino que este posee un significado simbólico en japonés. Este podría ser el de “mil búsquedas”. El kanji utilizado para representar la sílaba “Chi” significa mil; mientras que el que se usa para “Hiro” significa “búsqueda” o “fantasmas”.

Haku es otro personaje que encuentra la paz cuando al fin puede recordar su verdadero nombre. Durante la preciosa secuencia en la que Chihiro le cuenta sobre el día en que ella cayó en el Río Kohaku, y le explica que él era ese mismo río, Haku abandona su forma de dragón y ambos personajes vuelan por un inmenso cielo, símbolo de la amplitud de su nueva libertad.

LA PÉRDIDA DE LA IDENTIDAD DE LA SOCIEDAD JAPONESA

La pérdida del nombre de Chihiro es paralela al abandono de las tradiciones por parte de los japoneses. Para Miyazaki, la adopción del capitalismo y la participación en la globalización provocan un descuido de los valores ancestrales japoneses de comunidad y espiritualidad, en favor del consumismo, el materialismo, el individualismo, y el egoísmo. Este abandono de las raíces del Japón tradicional se hace presente desde el inicio de la película, cuando descubrimos que el parque de diversiones abandonado, en el que se adentran Chihiro y su familia, anteriormente constituía un lugar sagrado.

Para el director, el valor de la comunidad se encarna en la dependencia que tenemos hacia los otros, así como en el ejercicio de la colaboración. Ambas son herramientas indispensables para la construcción de uno mismo. Somos en relación con los otros. No existimos separados del resto de los seres humanos que forman parte de la sociedad. De ahí que, para que Chihiro no desaparezca, tenga que conseguir un trabajo y relacionarse con los habitantes del mundo de los dioses.

En el otro lado de la moneda, lo que más valora el capitalismo es el éxito individual y, en particular, el financiero. Cuando la capacidad económica de alguien es lo más importante de esa persona, esta ya solo es vista a través del prisma del dinero. Cuánto tienes determina cuánto puedes consumir, y cuánto puedes consumir determina quién eres y si tienes algún valor. Por eso, los padres de Chihiro, adultos con los valores capitalistas ya interiorizados, enloquecen cuando ven tanta comida. Quieren todo lo que puedan obtener, lo necesiten o no. Han perdido el control sobre sí mismos y prácticamente terminan convirtiéndose en literales cerdos capitalistas.

LA METÁFORA DEL SIN CARA

El Sin Cara logró asustar a más de un niño debido a su apariencia monstruosa; pero  lo verdaderamente aterrador de él es lo que representa: un reflejo de la sociedad contemporánea. Este personaje no tiene una forma fija, ni siquiera una voz propia; en su lugar, adopta aquellas de quienes devora. No cuenta con una identidad. Además, siempre se lo ve triste y con aire suplicante, signos de su vacío interior y de su soledad. La única que parece comprenderlo es la propia Chihiro, quien puede empatizar con él porque también es una figura errante que lucha por adquirir (o recuperar) una identidad.

Al inicio, la apariencia del Sin Cara es más bien fantasmal, como simbolizando su falta de esencia. Posteriormente, se convierte en una aberración amorfa y gorda, producto de su ambición y de su consumo desenfrenado.

Solo cuando los trabajadores y los dioses que se encuentran visitando los baños se dan cuenta de que tiene el poder de producir oro a voluntad, estos empiezan a valorarlo, pero falsamente. En realidad, solo quieren complacerlo para obtener una parte de su fortuna. Es este trato lo que corrompe al Sin Cara y ocasiona que, lejos de encontrarse a sí mismo, absorba los defectos de los otros.

El Viaje de Chihiro se puede ver en Netflix.

Por Ingrid Vargas