Elegancia, sensibilidad e intimidad: Andrés Calamaro en el Teatro Metropólitan
Por José Pablo Díaz Iñurrategui
Acompañado únicamente por un trío de piano, contrabajo y percusiones, Andrés Calamaro, el “poeta del rock”, protagonizó este fin de semana un par de recitales acústicos en el Teatro Metropólitan.
“Celebrar conciertos para escuchar… sin interferir en la concentración de los demás entre el público ni distraer a nadie arriba y/o abajo del escenario”, dictaba un volante repartido a la entrada del recinto. La intención de éste era clara: evitar la siempre presente necesidad del público por capturarlo todo con sus teléfonos móviles. “No somos modelos de fotografías celulares ni estamos filmando un video en vivo de mala calidad… vamos a reaccionar en la medida del respeto y la atención que nos presten”, indicaba la petición distribuida por el personal de seguridad del Teatro, misma que estaba firmada por el mismo Calamaro.
Tristemente, la petición del “Salmón bonaerense” fue ignorada por docenas de personas. ¿Realmente resulta tan complicado resistirse a grabar un video o a capturar una foto?, ¿es tanta la obsesión por querer compartirlo todo que llegamos a ignorar al personaje por el que pagamos cientos y hasta miles de pesos por ver y escuchar? Algunos asistentes se dedicaron a agredir verbalmente a aquellos que desobedecieron esta petición. Ni uno ni otro se salvaba. Estos últimos quebrantaban aún más el ambiente que Calamaro y sus acompañantes trataban de generar.
De cualquier forma, Andrés se encargó de que en el Metropólitan sobrara elegancia, sensibilidad e intimidad. Abriendo con temas como “La libertad” y “Bohemio”, al público mexicano encantó instantemente esta modalidad acústica que trajo el argentino.
Rindiendo tributo tanto a compositores mexicanos como argentinos, los cuatro músicos interpretaron piezas como “El día que me quieras”, de Carlos Gardel, y “Que te vaya bonito”, de José Alfredo Jiménez. Además, no faltaron éxitos de la autoría del bonaerense. “Los aviones”, “Ansia en Plaza Francia” y “Flaca”, fueron algunas de las piezas con las que Calamaro conquistó al público.
No cabe duda, “Paloma” fue la más coreada de la noche. Al unísono, los asistentes del Teatro pedían por un pedazo de cielo, todo para invitarla a dormir, en la cama o en el suelo. Con un himno al despecho y a la nostalgia, Calamaro y sus músicos se retiraron del escenario. Un par de minutos después regresarían para interpretar las tres últimas de la noche: “Mi enfermedad”, “Media Verónica” y “Crímenes perfectos”.
Una leyenda que se renueva, que de alguna u otra forma siempre encuentra la manera de seguir siendo vigente. Con más de treinta años de trayectoria, Andrés Calamaro no ha dejado de cautivar y encantar a todo aquel ante quien se presente. Y para cerrar el 2016, vino a México a cautivarnos y encantarnos una vez más.