
Espacio público y resiliencia
Autoridades y estudiosos han buscado la fórmula para lograr el desarrollo de ciudades y espacios públicos que favorezcan la calidad de vida de sus habitantes.
Por Lilieth Sánchez
Desde la Revolución Industrial y el periodo de densificación de las ciudades, autoridades y estudiosos del tema han buscado la fórmula ideal para lograr el desarrollo de ciudades que favorezcan la calidad de vida de sus habitantes. Pasando por la ciudad jardín, los multifamiliares e incluso puentes y segundos pisos en las urbes más transitadas, queda claro que no se trata de una solución sencilla. Hacen falta propuestas integradas, basadas en principios clave pero adaptadas a las condiciones geográficas, económicas y sociales de cada ciudad.
Durante las últimas décadas, ha quedado claro que los planes de desarrollo urbano a nivel mundial estaban teniendo el enfoque equivocado. Se creaba infraestructura para fomentar una sociedad consumista y dependiente del automóvil particular, y a pesar de que en Latinoamérica (y en concreto, la Ciudad de México) aún hay planes que siguen esa línea, también se ha comenzado a reconocer que el transporte colectivo, el uso de la bicicleta y la creación de espacio público seguro y de calidad son aspectos indispensables para la ciudad de hoy y de los próximos años. Hablando de espacio público en concreto, y en el marco de la contingencia sanitaria vivida este año por el COVID-19, la situación no hizo mas que acentuarse.
Reconocer que no podemos clasificar en 5 sencillos grupos a la población de una ciudad des un aspecto clave para comprender la importancia del espacio público para mejorar la calidad con la que se habita. La vida en la calle permite una espontaneidad que un centro comercial no genera en sus usuarios. Al contrario, se convierten en espacios que limitan las actividades, generan estrés y favorecen una mentalidad constante de consumo, y sobre todo, fomentan la segregación social. Hoy, se ha sumado un factor más: a mayor espacio abierto, menores riesgos sanitarios. Sin embargo, el escaso espacio público que existe no es necesariamente ideal, seguro o funcional.
Hay una gran necesidad de espacio público con un enfoque centrado en la gente. En principio puede sonar como algo muy obvio, pero al analizar el espacio público existente nos damos cuenta de que no necesariamente se lleva a la práctica. Antes que hacer monumentos ostentosos o de gran altura, hay que regresar a los principios más básicos del diseño. Espacios holístcos y versátiles, accesibles, que consideren la escala humana y que atiendan a las necesidades de la zona, realmente puede hacer un cambio en el día a día de la ciudad.
La crisis de COVID-19 ha puesto de manifiesto varias lagunas en el espacio público, incluida la accesibilidad, flexibilidad, diseño, gestión y mantenimiento, conectividad y distribución equitativa en una ciudad.
– ONU Habitat, Junio 2020
Hoy, el espacio público se ha convertido en un gran pulmón urbano, no solo en un sentido medioambiental, también con un carácter social al proporcionar una alternativa para disminuir el encierro y aislamiento social prolongado y sus implicaciones emocionales.
En el futuro, hace falta enfocar la agenda política hacia la planificación urbana, el desarrollo comunitario, la arquitectura, la construcción ecológica y la salud pública. En principio, porque ha quedado claro que nuestra ciudad no tiene una estructura resistente que le permita enfrentar las crisis inesperadas que el mundo actual implica. En segundo lugar, porque al mejorar la calidad de los espacios, también se contribuirá poco a poco al saneamiento del día a día de la ciudad.