
La industria eléctrica y el Estado mexicano
No habrá en la industria eléctrica ni merinos ni ladrones, porque contamos con la lealtad de los trabajadores electricistas, que habrán de ser soldados de los intereses del pueblo. (Adolfo López Mateos, 1960)
Por: Dr. Juan Carlos Olmedo Estrada.
La industria eléctrica en México está cerca de cumplir 150 años, periodos en los que ha pasado por etapas de concesiones, fusiones, nacionalizaciones, rescates y extinciones.
A la llegada de Lázaro Cárdenas al poder, la población alcanzaba ya 18 millones de habitantes, pero menos del 40% tenía acceso al servicio eléctrico, que era proporcionado por empresas privadas de capital extranjero, que demostraban nulo interés en electrificar poblaciones rurales, pues demandaba grandes capitales y una pobre recuperación de la inversión.
Una legislación impulsada por Cárdenas en 1937 buscaba normar la potestad del Estado sobre la industria eléctrica; sin embargo, la turbulencia de la expropiación petrolera dominó la escena nacional y la discusión sobre la electricidad se postergó.
Ya en la posguerra, será curiosamente el gobierno de Miguel Alemán, identificado con el capital privado transnacional, el que decrete la creación de la Comisión Federal de Electricidad, entidad pública que tendría la misión de electrificar cada rincón del país.
Durante el sexenio de Ruiz Cortines, siguió analizándose la propuesta de nacionalización, sin llegar a un acuerdo claro. Las empresas extranjeras defendían su falta de productividad y servicio deficiente, culpando al gobierno por los topes impuestos a las tarifas. Al final de la década, las empresas eléctricas comenzaron a tantear la posibilidad de vender.
Finalmente, en abril de 1960, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, inició el proceso de nacionalización en dos etapas. En la primera fase, el gobierno mexicano realizó una compra-venta, y no una expropiación, de más de la mitad de las empresas privadas que operaban en México, comprometiéndose a pagar sus deudas; a cambio, las transnacionales ofrecieron reinvertir sus capitales en el país. La segunda parte se realizó en septiembre del mismo año, en el que el gobierno compró la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza Motriz, S. A. y sus subsidiarias, con lo cual se hizo propietario de más del 95% de la industria.
En plena euforia nacionalizadora, López Mateos expresó en una gira de trabajo: “Mi gobierno es, dentro de la Constitución, de extrema izquierda”, situación que encendió las alarmas del sector empresarial y de otros grupos conservadores. La preocupación se amplió entre 1960 y 1962 por el apoyo que México brindó al gobierno socialista cubano. México fue el único país que se abstuvo de votar a favor de la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos.
Si bien, dichas acciones despertaron la preocupación por que México se descarrilara hacia el socialismo, al final, la confrontación no pasó del plano discursivo. El punto más álgido fue el desplegado mediático titulado ¿Por cuál camino, Señor Presidente? en el que los empresarios, con un lenguaje severo, le preguntaban “¿Es que nos encaminamos, a través de un intervencionismo creciente, hacia el socialismo de Estado?
Por su parte, el sector oficialista y sindical, fustigaron a los empresarios y celebraron la decisión del gobierno mexicano, interpretándola como un objetivo más de la Revolución Mexicana.
López Mateos calculó la decisión no sólo en términos económicos y sociales, sino especialmente en efectos políticos y diplomáticos. Al final, la opinión sobre su gobierno y su imagen pública se fortalecieron dentro y fuera de México.
Entre 1961 y 1962 en plena crisis de la Guerra Fría por la fallida invasión de Bahía de cochinos y por la Crisis de los Misiles, López Mateos entendió que la coyuntura internacional le restaría reflectores al proceso de nacionalización de la industria eléctrica.
El corolario que puso fin a las advertencias de una ruta al socialismo, fue la visita de John F. Kennedy, a México en junio de 1962, encuentro que dejó en claro, las buenas relaciones con Estados Unidos y la aceptación tácita a las decisiones económicas y a la ambivalente política exterior regional del gobierno lopezmateísta.