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Lazos comerciales y culturales que unieron a la Nueva España con naciones asiáticas

En el folklore hawaiano se conserva la historia de unos marinos blancos que llegaron al archipiélago doscientos años antes que los ingleses.

Por: Uriel Caballero González

En una cápsula anterior hicimos una breve introducción a la raíz asiática de la cultura mexicana. Ahora comenzaremos a explorar el origen de los lazos comerciales y culturales que unieron a la Nueva España con las naciones asiáticas.

La conquista de Tenochtitlan y la fundación de la Nueva España no eran suficientes para la naturaleza aventurera de Hernán Cortés. Desde su Palacio de Cuernavaca pronto comenzó a soñar con nuevas aventuras. Entre ellas se encontraban la fundación de puertos en la Mar del Sur – hoy océano Pacífico -, la exploración del inmenso mar y, por qué no, el establecimiento de contacto marítimo directo con China, cumpliendo así el proyecto colombino original.

En realidad, la primera aventura cortesiana en el Pacífico ocurrió por iniciativa del Carlos V, quien en 1526 le ordenó organizar una expedición marítima que cruzara el mar para buscar a los sobrevivientes de la expedición de Magallanes, así como obtener información sobre el destino de la expedición de García Jofré de Loaisa que había partido de Sevilla en 1525 con la misión de reclamar las islas Molucas.

Ni tardo ni perezoso, Cortés fundó el puerto de Zacatula, cerca del actual Zihuatanejo, y allí ordenó la construcción de tres barcos para cumplir con el mandato real.

Esta no fue la primera aventura de Cortés como armador de barcos. Independientemente de la experiencia que haya adquirido cuando organizó la expedición de Cuba en 1519, después de la derrota de la “Noche Triste” el marqués ordenó la construcción de una docena de bergantines – en realidad pequeñas barcazas, poco más que chalupas -, que le permitieron reforzar el sitio de Tenochtitlán desde el lago de Texcoco en 1521. Una vez armados los tres barcos, Cortés nombró a su pariente Álvaro de Saavedra Cerón como jefe de la primera expedición que partiría de aguas novohispanas.

La pequeña flota zarpó de Zihuatanejo a fines octubre de 1527. A partir de este punto, a la sombra de su famoso primo se comenzó a forjar la leyenda de Álvaro de Saavedra. Desconocemos con precisión la ruta que la flota siguió para cruzar el Pacífico, pero con toda seguridad las pequeñas naves estuvieron a la merced del viento y las poderosas corrientes marítimas. Los reportes de los sobrevivientes de la expedición cuentan que después de unas semanas se navegación, los vigías observaron una isla desconocida al norte de su posición. El primer impulso de Saavedra fue intentar llegar allí y reclamar el descubrimiento como propio. Pero, después de dos días de búsqueda, los españoles fueron incapaces de volver a localizar la isla, por lo que continuaron su marcha hacia occidente. Más adelante, una tormenta dispersó a la pequeña flota y se perdieron dos naves de la expedición. Nadie volvió a saber de los barcos y de sus tripulantes.

Curiosamente, en el folklore hawaiano se conserva la historia de unos marinos blancos que llegaron al archipiélago doscientos años antes que los ingleses. Los etnólogos e historiadores creen que esos mitos son el recuerdo del encuentro no registrado entre los hawaianos y los sobrevivientes de los barcos perdidos de la flota de Saavedra Cerón. Esta leyenda no suena de todo descabellada si tomamos en consideración que la isla de Hawái, la más grande del archipiélago, se ubica a 19 grados latitud norte, casi la misma latitud que Zihuatanejo. Un viaje en línea recta por la parte más exterior de la corriente ecuatorial del norte del Pacífico podría arrastrar a un barco desde México a Hawái sin muchas dificultades.

El viaje de Álvaro de Saavedra hasta las Mindanao, en las actuales Filipinas, tomó 95 días y fue el primer recorrido transpacífico que partió de costas mexicanas. Pero el reducido contingente de aun tenía que cumplir con dos objetivos. El primero, ayudar a los españoles de la expedición de Magallanes en las islas Molucas; el segundo, un poco más complicado, consistía en buscar una ruta de regreso a la Nueva España, sin necesidad de tener que darle la vuelta al mundo.

De ambas cosas hablaremos en la siguiente entrega.