Estadio-Nacional

Estadio Nacional

Después de la Revolución, el 90% del país era analfabeto. Era crucial difundir la cultura e identidad colectiva con un espacio del pueblo.

Por Claudia Carbajal

Tras la Revolución, era crucial un plan de reconstrucción nacional en el que se fomentará la unión y la cohesión social en todo el territorio mexicano. José Vasconcelos fue encomendado con el puesto de Secretario de Educación Pública, para llevar a cabo el primer programa federal de educación, que comprendía la formación dentro y fuera de las aulas.

Vasconcelos, inquietudes intelectuales

Durante su juventud, José Vasconcelos formó parte del Ateneo de la Juventud, un grupo de muchachos qué se reunían periódicamente para compartir sus inquietudes intelectuales, entre ellos se encontraban, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Pedro Enríquez Ureña, Julio Torri, etc. Los ateneístas consideraban que una persona debería tener una formación integral: física, mental y espiritual.

Estos conceptos, ayudaron a José Vasconcelos a desarrollar un programa de estudios que contemple aspectos deportivos, artísticos y cívicos.  Así que, por  medio de ceremonias periódicas en las que se reforzará la agenda nacional por medio de música, danza, poesía y obras de teatro, una especie de ritual secular a la patria. Los ateneístas siempre pensaron en la cultura griega como modelo a seguir por su nutrida formación cultural.

Necesidad de cultura

Por lo cual, Vasconcelos desarrolló la idea, de realizar un enorme teatro a la usanza griega que permitiera incluir al pueblo mexicano: un Estadio

Antes del Estadio, se realizaron algunos programas pilotos de festivales escolares dentro del edificio principal de la Secretaría de Educación Pública. Sin embargo, el espacio era insuficiente. Había que tener un lugar que pudiera albergar al pueblo mexicano, a las masas, un lugar monumental. 

Espacio para el pueblo: Estadio Nacional

El Estadio Nacional fue en su momento, el recinto más importante de la capital mexicana, estuvo decorado por Diego Rivera. Podía albergar 50,000 personas en sus gradas, muchas más que cualquier teatro de la época. Tenía forma de herradura y podía adaptarse lo mismo para eventos deportivos, que para representaciones escénicas. Todas ellas deberían ser  monumentales para llenar el gran espacio en el escenario o la pista, según fuese el caso. 

Su construcción comenzó en 1923 pero estuvo envuelta en numerosas problemáticas en torno a su arquitectura que le impidieron estar listo al momento de su inauguración. 

Se inauguró el 5 de mayo de 1924, siendo la última obra de Vasconcelos en función como Secretario de Educación Pública. Se contemplaron tablas gimnásticas, la representación del jarabe tapatío, el canto de melodías típicas folclóricas, la entonación del himno nacional por parte de los asistentes, un juego de balón gigante y otros números que apelaban al fomento del deporte, la cultura y la buena ciudadanía. Fue una fiesta de colores patrios que perpetuaba en el espectador una serie de mensajes nacionalistas en el inconsciente.

El proyecto de Vasconcelos

A pesar de que José Vasconcelos sólo pudo presenciar las 2 primeras funciones del Estadio Nacional

Él desarrolló el modelo de nuestros festivales escolares actuales, ya que puso en la mesa la premisa de fomentar el nacionalismo a través de las artes escénicas y de reforzar constantemente los sentimientos de pertenencia al pueblo mexicano por medio de encuentros periódicos.

Además, en el plano original el Estadio Nacional serviría cómo especie de laboratorio para federalizar los festivales en las otras entidades de la república. Esto sucedería en posteriores administraciones…

Importancia del recinto 

Vasconcelos renunció a su puesto en 1924, pero el Estadio siguió en pie hasta 1949 cuando fue demolido. El Estadio Nacional, significó una especie de pacto intangible entre el pueblo mexicano y los primeros presidentes posrevolucionarios, fue ahí donde tomaron posesión Plutarco Elías Calles, Pascual Ortiz Rubio y Lázaro Cárdenas del Río.  

También fue sede de los primeros Juegos Centroamericanos y del Caribe en 1926. Actualmente el lugar donde se encontraba, está ocupado por el Jardín Ramón López Velarde en la Colonia Roma. Aún se conservan algunas esculturas de figuras deportivas que apelan a este lugar tan importante en la historia de la Ciudad de México.